Situación: Alguien en casa compró una máquina de correr. Comienzas a probarla y por el entusiasmo no te cambiaste de ropa (además no tienes una indumentaria idónea para hacer gimnasio). Tras 45 minutos de «cardio», terminas con el cuerpo todo sudado y oliendo muy mal. Antes de entrar a la ducha una duda pasa por tu mente: «sé que el sudor es producido por las glándulas sudoríparas, pero no entiendo por qué olemos como los mil demonios, y muchas veces lo identificamos como «un fuerte olor a cebolla»».
Respuesta: Para comenzar, hay que decirte que existen dos tipos de glándulas sudoríparas en la piel. Están las «ecrinas», las que están distribuidas en todo el cuerpo y son ellas las verdaderas responsables cuando te exiges físicamente. El sudor ecrino tiene un propósito de regulación térmica. Más del 99% de este tipo de sudor es simplemente agua y, quizá no lo sepas, pero es completamente inodoro. No huele a nada cuando sale de los poros. Luego están las llamadas «apocrinas» que solo existen en algunas partes del cuerpo (axilas y área de la ingle) y producen líquidos aceitosos, pero que solo aparecen cuando exteriorizas emociones muy fuertes: dolor, ansiedad y excitación. El problema son las bacterias que tenemos en nuestra piel: estas se alimentan rápidamente de los pocos nutrientes que se producen al sudar, además de consumir las escamas de piel que se sueltan.
Las bacterias generan un grupo de químicos llamados tioalcoholes que contienen azufre. Además del olor a azufre, una característica común es oler a algo similar a la cebolla. Ahora, uno se preguntará: ¿pero esas cosas tan diminutas pueden oler tan fuerte? Algo que te va a sorprender es que nuestro olfato quizá no sea tan poderoso como el de un perro, pero han evolucionado al punto que puede detectar esos tioalcoholes. En el 2018, investigadores de la Universidad de York encontraron cuál era la proteína responsable dentro de nuestro metabolismo que generaba estas bacterias. Se espera que a futuro un buen desodorante pueda no solo inhibir el olor sino evitar la producción de estos tioalcoholes.
Así que ya sabes, no es exactamente el sudor en todo el cuerpo lo que causa que huelas a mil demonios, la culpa son los tioalcoholes producidos por bacterias.
Fuente: ScienceFocus
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