Un cefalópodo supera una prueba cognitiva diseñada para niños humanos

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Un cefalópodo supera una prueba cognitiva diseñada para niños humanos

Sepia común (Sepia officinalis) / Alexandra Schnell

La ciencia ya conoce las proezas cognitivas de los cefalópodos. Ahora, una sepia acaba de mostrar su inteligencia al superar una nueva versión de la prueba del malvavisco. La investigación fue publicada en Proceedings of the Royal Society B.

La prueba del malvavisco consiste en colocar a un niño en una habitación con el dulce a su alcance. Luego, se le dice que, si logra no comer el malvavisco durante 15 minutos, obtendrá un segundo malvavisco y se le permitirá comer ambos.

Esta capacidad para retrasar la gratificación demuestra habilidades cognitivas como la planificación futura. Originalmente se llevó a cabo para estudiar cómo se desarrolla la cognición humana; específicamente, a qué edad una persona es lo suficientemente inteligente como para retrasar una gratificación si hay un mejor resultado más adelante.

Debido a su simpleza, puede ajustarse a animales que han sido previamente entrenados. Algunos primates pueden retrasar la gratificación, junto con los perros, aunque de manera inconsistente. Los córvidos de igual forma pasaron la prueba del malvavisco.

Sepias inteligentes

El año pasado, una sepia (Sepia officinalis) también pasó una versión de dicha prueba. Los científicos demostraron que este cefalópodo puede abstenerse de comer carne de cangrejo luego de aprender que si espera podrá comerse un langostino. Las sepias tienen predilección por este crustáceo.

Sin embargo, como señala un equipo de científicos dirigido por la ecóloga conductual Alexandra Schnell de la Universidad de Cambridge, aún quedaron cabos sueltos. En este caso es difícil determinar si el cambio en su comportamiento de búsqueda de alimento en respuesta a las presas disponibles se rigió igualmente por una habilidad ejercer el autocontrol.

Por ello, diseñaron otra prueba, para 6 sepias comunes. Estas fueron colocadas en un tanque especial donde había dos cámaras cerradas con puertas transparentes para que los animales puedan ver su interior. En ellas pusieron alimento: la primera cámara tenía un trozo de camarón crudo (menos preferido) y la segunda un langostino vivo (mucho más atractivo).

Las puertas tenían símbolos que la sepia ya reconocía por su entrenamiento. Un círculo significaba que la puerta se abriría de inmediato. Un triángulo que la puerta se abriría después de un intervalo de tiempo entre 10 y 130 segundos. Y un cuadrado, usado solo en la condición de control, hacía referencia a que la puerta permanecía cerrada indefinidamente.

Los resultados

En la prueba, se ubicó al camarón detrás de la puerta abierta, mientras que el langostino vivo solo sería accesible después de una demora. Si la sepia iba por el primer bocado, se le retiraba el segundo inmediatamente. Mientras tanto, en el grupo de control, este permaneció inaccesible detrás de la puerta con símbolo cuadrado que no se abría.

Se descubrió que todas las sepias de la prueba decidieron esperar por su comida preferida (los langostinos vivos). Sin embargo, no se molestaron en hacerlo en el grupo de control, donde no podían acceder a ella.

“Las sepias en el presente estudio pudieron esperar la mejor recompensa y toleraron retrasos de hasta 50-130 segundos”, dijo Schnell. “Esto es comparable a lo que vemos en vertebrados de cerebro grande como chimpancés, cuervos y loros”.

Aprendizaje

La otra parte del experimento trató de probar qué tan bien aprendían las 6 sepias. Se les mostraron dos señales visuales diferentes, un cuadrado gris y otro blanco. Cuando se acercaban a uno, el otro sería sacado del tanque; si tomaban la decisión “correcta”, serían recompensados ​​con un bocado.

Una vez que aprendieron a asociar un cuadrado con una recompensa, los investigadores cambiaron las señales, de modo que el otro cuadrado pasó a ser la señal de recompensa. Curiosamente, las sepias que se adaptaron más rápido a este cambio también fueron las que pudieron esperar más tiempo para recibir la recompensa.

Las sepias parecen ejercer autocontrol, pero no se tiene claro por qué. En especies como loros, primates y córvidos, la gratificación retrasada ha sido vinculada con diversos factores, como el uso de herramientas, el almacenamiento de alimentos y la competencia social.


Las sepias no usan herramientas, ni guardan comida, ni son sociales. Por eso, el equipo cree que esta capacidad para retrasar la gratificación se relaciona con la forma en que buscan su alimento.

Dichos cefalópodos pasan la mayor parte de su tiempo camuflándose, sentadas y esperando, interrumpidas por breves períodos de búsqueda de alimento. La gratificación tardía parece haber evolucionado como un subproducto, por lo que la sepia puede optimizar la búsqueda de su alimento esperando.

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